Palacio de la memoria
Hay un sentido muy práctico en el cual trazar incluso la ruta imaginaria supone trazar el espíritu o el pensamiento de lo que ha ocurrido antes por allí. En su sentido menos formal, ese re-trazar permite que regresen a nosotros algunos recuerdos de acontecimientos al encontrarnos en los lugares donde ocurrieron los mismos. En su sentido más formal, ese re-trazar es un instrumento de memorización. Esta es la técnica del palacio de la memoria, otra herencia de la Grecia clásica ampliamente usada hasta el Renacimiento. Se trataba de confiar grandes cantidades de información a la memoria, una habilidad importante antes de que el papel y la imprenta hicieran que la palabra escrita reemplazara a la memoria para el almacenamiento de información. Frances Amelia Yates, cuyo magnifico El arte de la memoria recuperó la historia de esta extraña técnica para nuestro tiempo, describe el funcionamiento del sistema en detalle, «No es difícil entender los principios generales de la principios generales de la mnemónica -escribe- El primer paso era imprimir en la memoria una serie de loci o lugares. El más común, tampoco el único, tipo de lugar mnemónico usado fue el tipo arquitectónico. La más clara descripción del proceso la da Quintiliano. Para formar una serie de lugares en la memoria, dice, hay que recordar un edificio, tan espacioso y variado como sea posible, el patio delantero, el salón, los dormitorios, el locutorio, sin omitir estatuas y otros ornamentos que decoran las estancias curso. Las imágenes gracias a las cuales se recordará el discurso […] son situadas imaginariamente en los lugares del edificio que han sido memorizados. Una vez terminado esto, cada ocasión en que la memoria de los hechos requiera ser revivida, todos estos lugares y los depósitos que requieren sus custodios se van visitando en orden. Tenemos que representarnos al antiguo orador moviéndose en su imaginación a través de este edificio de la memoria mientras desarrolla su discurso, tomando de los lugares memorizados las imágenes que ha dispuesto en los mismos. El método asegura el orden correcto en que se recordarán todos los puntos, ya que el orden está fijado por la secuencia de lugares en el edificio.
La memoria, como la mente y el tiempo, es inimaginable sin dimensiones físicas: imaginarla como un espacio físico es convertirla en un paisaje cuyos contenidos están situados y cabe aproximarse a todo aquello que tiene una situación. Y eso equivale a decir que si la memoria es imaginada como un espacio real -un lugar, un teatro, una biblioteca—, el acto de recordar es imaginado como un acto real, es decir, un acto físico, como caminar. El énfasis académico está siempre puesto sobre la construcción del palacio imaginario, por donde la información estaba dispuesta cuarto a cuarto, objeto a objeto, pero el medio para recuperar la información almacenada era caminar por los cuartos como un visitante en un museo, restituyendo los objetos a la conciencias. Caminar de nuevo la misma ruta puede significar pensar los mismos pensamientos de nuevo, como si los pensamientos y las ideas fueran, de hecho, objetos fijos en un paisaje que uno debe conocer ara saber cómo recorrerlo. De esta manera, aun siendo ambos imaginarios, caminar es leer y el paisaje de la memoria se vuelve un texto tan fijo como el que cabe encontrar en el jardín, el laberinto o las estaciones del vía crucis.
Caminar por caminar
[William] Wordsworth y sus compañeros hicieron del caminar algo distinto y novedoso y así fundaron el linaje de todos aquellos que caminan por caminar y por el placer de estar en el paisaje
concepto Caminar por caminar
Piernas como instrumento filosófico
Siempre pienso en [Wordsworth] como uno de los primeros que usó sus piernas como instrumento filosófico
concepto Piernas como instrumento filosófico